26 febrero, 2011

Los calzados de papá



Caminaba por la empinada calle Yanacocha (antiguamente calle de la buena muerte*) cuando de repente me llamó la atención el letrero de una desvencijada tienda que decía “Calzados Plus Ultra” un nombre con muchos recuerdos para mi.  

En los años 70 y 80s mi papá solo compraba sus calzados de la tradicional “Villa de Paris” que se encontraba en la calle Comercio cerca al Museo Nacional de Arte; una tienda bastante ampliada con muchos espejos, bellos muestrarios, vitrinas, sillas y probadores de fina madera; tenia lo que hoy diríamos un toque Vintage de gentleman, nada que ver con la variedad de tiendas de la competencia: Manaco (con fabrica en Cochabamba) y Zamora (con sede en Oruro). No tenia una surtida variedad de modelos, pero mi papá defendía la calidad del cuero que era sinónimo de larga duración, no como “los feos y olorosos zapatos de planta de goma de esos”.

Una característica del citado negocio era el mal genio de su dueño, un caballero de origen español y de humeante cigarrillo en la boca. En varias oportunidades acompañe a mi papá a la “Villa de París”, para luego salir padre e hijo con una nueva dotación; calzados para el y botines para mi, que estrenaba en medio de resbalones pues la planta era de suela muy lisa, además que de rato en rato tenia que subir mis chorreadas medias que eran tragadas por los botines.

Mi papá tiene aún varios pares de calzados y la mayoría en buen estado, es más podría afirmar que están en mejores condiciones que los míos (que por supuesto no son Plus Ultra). Hace algunos años le consulte sobre la tienda en cuestión, pues ya no estaba en la antigua dirección, a lo que me comento que se había trasladado a un local más pequeño y que posteriormente cerraron por problemas económicos, además de la barata competencia que llegaba de contrabando.

Se comprenderá mi alegría, sorpresa y nostalgia al ingresar a la actual minúscula y desvencijada tienda que si bien no lleva el mismo nombre, si mantiene de muestras sus viejas cajas zapatos de cartón gris (actualmente los venden en poco glamorosas bolsa nylon), sus antiguos papeles envoltorios verdes con letras lilas sólo alcanzan para forrar algunas maderas del muestrario; mantiene de recuerdo un par de sillas, un probador y un espejo que resiste el paso del tiempo y lo principal , lo que no podía faltar, una pequeña cantidad del “clásico 4187”, el modelo preferido de mi papá.
.
 * Según reza la placa metálica (a la derecha en la foto) la actual calle Yanacocha se llamaba "calle de la buena muerte", porque en esta calle se encontraba el templo de la buena muerte, establecido para la comunidad de los agonizantes, derribado el templo se construyó una casa cuya familia fue ahuyentada por hechos fantasmagóricos (siglo XVIII)




16 febrero, 2011

La Alcoreza a 15 grados



La Av. Buenos Aires esquina Mercado Hinojosa siempre tuvo una atracción especial, cerca de esa intersección viven unos familiares, y en oportunidad en que los visitábamos podía ver como los buses trepaban la empinada hasta la final Alcoreza. Con el transcurrir de los años la famosa avenida y la calle paralela la 4 de mayo se hicieron fatalmente famosas por los accidentes de transito que suceden en ellas y los protagonistas son minibuses o micros de la línea 132 - Eduardo Avaroa.

Tenia una tarea pendiente con esta avenida diagonal, tenía que saber donde concluían su travesía esos buses azules y la oportunidad se presento a fines de enero cuando por un boliviano (un pesito) subí a ese elefante motorizado para llegar hasta su parada.

Con cierta emoción inicié mi travesía en la esquina del Mercado Hinojosa; el ronronear del agitado y viejo motor Dodge americano de 4000 de cilindrada en primera velocidad era una suerte de fondo musical. Resultaba increíble ver como ese armatoste móvil detenía su marcha sin ningún problema para permitir que los pasajeros bajen o suban, más aún en algunos tramos en los que la pendiente se ponía más pendiente; con algo de temor fui cambiando de mi ubicación inicial en el fondo del micro y poco a poco comencé a avanzar hasta los primeros asientos terminando detrás del conductor quien me observaba ya con cierta desconfianza.

Al llegar a la parada del micro me anime conversar con el chófer sobre su empinada ruta, y me aclaro que esta es la única línea de transporte que se atreve a subir ese calvario atendiendo de esa manera la necesidad de transporte del vecindario, finalmente a modo de dar por concluida nuestra charla me aconsejo tener cuidado pues la gente de la zona es muy susceptible con la presencia de personas desconocidas personas en el barrio y peor aún si se dedicaban a sacar.

Si bien es cierto que el micro 132 es el único servicio público que hace ese recorrido, no es el único que transita por esa pendiente, pues es normal ver temerarios camiones o veloces taxis que continúan su marcha más arriba de la parada del micro azul. Esta ladera no tiene precisamente la mejor panorámica, pero no deja de maravillar su impresionante pendiente, el transitar de los vecinos ya sea de subida o bajada y sobre todo como no deleitarse con la posibilidad de tener casi rendida a mis pies una parte de la ciudad.